Una vez más me acomodo para ver las noticias de las tres, sólo que desde hace días este hecho me produce más angustia y desolación que de costumbre. No puedo evitar que mis ojos dejen escapar unas lágrimas.
Vemos una y otra vez imágenes terribles de destrucción y desgracia, personas vagando entre los escombros de un paisaje fantasmagórico, en una búsqueda esperanzada y con el único fin de encontrar con vida a sus seres queridos.
Y es entonces cuando pienso en ellos, en los 180 hombres que están luchando desesperadamente por controlar la refrigeración de los reactores, 180 brotes verdes de esperanza...allí en el centro del mismísimo infierno, con la responsabilidad asumida de evitar que la gran catástrofe se convierta en el Apocalipsis final.
Si el pueblo japonés ha dado sobradas muestras de una actitud sobrehumana, estos 180 liquidadores son el ejemplo de valentía, solidaridad y sacrificio en estado puro.
A los liquidadores de Fukushima y a los miles de héroes que en Chernobyl dieron sus vidas para que la humanidad no desapareciera de la faz de la tierra...
¡Gracias! Mi infinito respeto y admiración.
Y mi respeto y admiración también.
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