martes, 10 de mayo de 2011

CAÍDA LIBRE



Me esfuerzo e intento no desternillarme cuando alguien cae de bruces delante de mis narices, es un arduo ejercicio de autocontrol. No siempre logro mantener la compostura, no es lo mismo ver a una viejecita rodando por el suelo, que un jovencito se dé la leche de su vida por ir mirando un voluptuoso escote, pero la mayoría de las ocasiones aplaco las ganas de soltar una risotada obligando a mi mente a retroceder y visionar las ocasiones en las que mi terrenal cuerpo ha besado el suelo...
Patosa lo que se dice patosa, no soy, pero sí puedo detallar algunos batacazos que me han dejado huella y a los que recurro en caso de necesidad imperante de contener una carcajada.

Tarde de cine con mi novio, película sensiblera donde la haya (¿cómo demonios  le convencí para que me acompañara?...... y en la hora que lo hice.). Salimos de la sesión, la capa traslúcida formada por los lagrimones que vertí en la última media hora de film, no me permitió ver el escaloncito de la salida 3, ¡cataplúm!. Me incorporé eléctricamente con la esperanza puesta en que nadie me hubiera visto, a pesar de la penumbra, 150 personas salieron a la calle como si hubieran visto un largrometraje de José Mota.

Tengo un repente bastante fuerte. Tras una discusión en plena calle me quise alejar tan rápido del culpable de mi enfado que mi mente corrió más deprisa que mis piernas y acabé deslizándome cual piscinazo futbolero en plena celebración copera. Muy digna, me levanté, me sacudí y mandé a freir espárragos a mi oponente, que había llegado a socorrerme con una sarcástica sonrisa en su rostro.

¡Tres! fueron las caídas estando encinta. En mi primer embarazo salía de un supermercado con una bolsa en cada mano para equilibrar el tripón que iba por delante, a la salida había tres escaleras y una rampita pequeña, opté por la rampa y me pegué la culada del siglo, ¡ eso sí! equilibrada, el culo en medio y una bolsa a cada lado. La segunda vez fue un resbalón, pisé gravilla y ¡pumba!, me dio la risa boba al ver a todos  mis familiares desencajados del susto (faltaban dias para salir de cuentas).Afortunadamente mis molletas, a esas alturas, amortiguaron bastante.
La tercera vez ocurrió en mi segundo embarazo, llevaba a mi hija al cole, la peque tropezó y al intentar sujetarla la que fue al suelo fui yo, con la mala fortuna de dar con mi barbilla en la única alcantarilla en 100 metros a la redonda. Remiendo de 4 puntos formando una preciosa perilla en mi mentón que ya hubiera querido para sí Lope de Vega y... tema de conversación de la semana en el cole.

El porrazo más reciente tiene que ver con la práctica del deporte. Me encanta el tenis pero practicar, practico el pádel...con moderación. En un partido de dobles entre amigos, oigo el inconfundible sonido de la pelota cuando el contrincante hace una dejada. De inmediato, el espíritu "Rafa Nadal" se apoderó de mi ser, traté de llegar a la red para devolver la bola, de nuevo la mente me jugó una mala pasada y llegó antes que mis pies, acabé rodando por la pista, ni rocé la pelota, eso me dolió más que el talegazo y mi mirada asesina frenó el intento de risotada de mis rivales , que permanecieron muditos un buen rato.

Diréis que reir es sano, ayuda a levantar el ánimo y descargar tensiones, ejercitas 400 músculos en una carcajada, se ventilan los pulmones y el corazón y mejora la circulación, pero en algunas situaciones, uno agradece que la risa no se manifieste al exterior.

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